Cinemorelia

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Por Pahko Moreno

Apenas ayer pude ver el ultimo capítulo de la serie que junto con Adriana, mi querida esposa, nos mantuvo 6 años en el suspenso. Los personajes y situaciones del serial se fueron ganando un lugar especial en algunas de nuestras conversaciones, de ellos y no de las isla se trató esta obra televisiva de J.J. Abrahams; aún así la interrogante siempre se mantuvo a flote ¿Qué es la isla?
La gente allá afuera manejaba la teoría de que la isla era en realidad un infierno o al menos un purgatorio, pues según, los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic habían perecido en el avionazo.
Así se pensaba hasta que en los últimos episodios conocimos los orígenes de Jacob y su hermano Némesis, quienes serían candidatos a portar la estafeta que les dejaría “Madre”, vigilante de la isla, quien amenazaba a Jacob en su reclutamiento que si la “fuente de luz” al centro de la isla caía en manos equivocadas, iba a ser el fin de todo.
¿Una caja de pandora? No.
¿Manzana del edén o el arca de la Alianza? Cerca, pero tampoco.
La respuesta es para mí, sin embargo, más simple; pero con potentes bases históricas y divinas.

La isla de Lost es…. UN OMBLIGO.

En las culturas antiguas el ombligo como concepto y punto cardinal juega un papel importante en lo vital, espiritual y energético.

Citando a Gutierre Tibón en su obra “El Ombligo como centro cósmico: Una contribución a la historia de las religiones”, el ombligo en el universo trasciende a un elemento de poder, de conjunción, gloria y perdición.

Es curioso que el centro de la isla sea un hoyo (ombligo) en donde converge la energía que amenaza desestabilizar al planeta, comenzando con la destrucción de la isla.

Increíblemente la obra de Tibón coincide con puntos que soportan mi teoría en Lost:

“En el principio era el ombligo. No, antes del principio, según el Rig Veda: el germen del mundo descansaba sobre el ombligo de lo increado.
El Midrash dice que Dios creó el mundo al igual que el ser nacido de mujer: desde el ombligo. El centro del mundo es el ombligo, por la comparación del microcosmo humano con el macrocosmo universal.
Antes de identificar la tierra con su ombligo, el hombre lo descubre en el cielo: la Estrella Polar es el ombligo del firmamento, guía nocturna de nuestros lejanos antepasados en las soledades de los continentes vacíos.
La creencia de que la tierra es el centro del universo perdura durante milenios; era dogma de la Iglesia todavía en 1835, tres siglos después de Galileo. Desde luego, centro y ombligo se equivalen; y en la cosmogonía de los antiguos, en ambos mundos, el centro-ombligo es el lugar sacratísimo de la creación, el único punto donde es posible la comunicación con la morada de los muertos y de los dioses: cielo e inframundo. (En Lost, era posible comunicarse con los muertos, a través de la isla “ombligo”)
El ombligo se vincula con un sinnúmero de conceptos mágicos, místicos y míticos; su estudio es parte importante de la historia de las religiones y, con eso, del pensamiento filosófico.
En el ámbito de los símbolos el ombligo es avasallador. El más conocido es el de la piedra, en Delfos, centro del mundo; he contado veintiséis más, desde Japón hasta la Isla de Pascua. Una piedra-ombligo figura en el escudo de México.
Abundan los montes: el Meru Nabhiam de la India es tan ombligo como el Tabor, el Sinaí de los hebreos y el Xico de los mexicanos. Regiones enteras consideradas ombligos de la tierra son Grecia, Israel y parte del Petén, en Centroamérica, que un misionero del siglo XVII llama “ombrigo del mundo”.
Ombligos simbolizados por agujeros, hondonadas o grutas se encuentran en Célebes, Nuevo México y Mesoamérica. Ombligos-islas son Sri Lanka o sea Ceilán, umbilicus orbis; la Ogigia de Homero, la islita del lago de Tezcoco donde se fundó el imperio azteca y la del Sol, en el lago Titicaca, donde se fundó el imperio inca; la Isla de Pascua, Te Pito te Henúa, “el ombligo del mundo”. Ombligos-lagos se encuentran en Italia: el Averno, el Lacus Cutiliae; y en México, los de Pátzcuaro y Cajititlán. Ombligos-plantas son los árboles de la vida en la India y los del mundo, no menos frondosos, en Siberia; el hongo divino de los Vedas; la Amanita muscaria conocida como Soma; la flor de loto budista; la ceiba de los mayas y el palo volador mesoamericano. Ombligos-oráculos, el de Delfos, el Carmelo, el de Amón en África y el de Achiutla en México.
La fuente de Jacob (Jacob, qué coincidencia!), en Israel, es llamada umbilicus terrae. Entre los ombligos-templos hay que recordar el de Jerusalén, el de Constantinopla, y el Tlalxicco en el teocalli mayor de México. Descuellan, entre los lugares volcánicos umbilicales, Enna en Sicilia, Thermos en Grecia; los ya mencionados Cutiliae y Averno en Italia y los propios pavorosos volcanes Gunang-Anang, de Bali y Xitle, de México, este último “ombligo” en náhuatl.
Muchas son las ciudades-ombligo. Milán, cuyo medio-, sinónimo de ombligo, comparte con cincuenta y cuatro Mediolanum más en el mundo céltico. Encuentro veinte ciudades-ombligo en Grecia y Asia Menor; más al oriente están Jerusalén, la Meca, Nínive, Babilonia, Delhi y Pequín. Vivo en el Ombligo de la Luna, México; y en este hemisferio son ciudades umbilicales Cuzco y Tiahuanaco, capitales de otros imperios americanos.
Desde el ombligo se proyecta e irradia su manifestación en las cuatro direcciones del universo; él mismo es la quinta, vertical. Corresponde a la cifra uno en el quincunce cristiano y al cinco en el mesoamericano. Entre los aztecas el cielo más alto, el treceno, donde mora el dios creador, es el tlalxicco, “ombligo del mundo”.
Para hindúes y budistas, hebreos y griegos, el ombligo es el principio de todo: ya que por él comienza a enraizar el embrión; en tanto que los polinesios lo consideran el fin. Según ellos el ser humano termina su gestación, nace, se separa de su madre, y el ombligo es la marca de su perfecto acabamiento.
(Lost tiene esta singular simetría de inicio y fin -renacimiento y muerte de Jack-, en torno de este ombligo, que es la isla)
El ombligo es círculo y rectángulo, infierno y paraíso, corazón del cielo, lugar de sacrificio, emblema de virtud y de vicio, cáliz de licor y polen de rosa (esta última misteriosa acepción se debe a Aristóteles). (El cáliz es simbólico para el guardián de la isla al pasar su poder a su reemplazo)
El ombligo es el asiento del alma, el punto de mayor espiritualidad en la anatomía humana; el lugar de elección para encontrar la armonía cósmica; el tercer ojo que contemplan los hesicastas, quienes anhelan ver la luz increada del Tabor. (Aquí tenemos la referencia de la Luz)
Del ombligo emana el fuego divino. Es el centro de la respiración y de la rosa de los vientos. Es símbolo del útero y, contradictoriamente, del falo; se identifica con la Luna, principio mujeril, y con el Sol, masculino por excelencia. Es andrógino y, sin embargo, connaturalmente femenino. Sol, Luna; pero también estrella: la Polar, eje del universo.
Precisamente para colocarse en el eje cósmico, donde es posible la comunicación con el mundo de los dioses (cielos e infiernos), tantos adoratorios y santuarios, de pueblos y ciudades, han surgido en los centros umbilicales: sin que la autenticidad de uno menoscabe la de los demás. Aquí pisamos un terreno más firme; entramos en el dominio de la geografía, ciencia exacta.
Y para quedarnos, aunque sea de paso, en este campo, estrictamente cartesiano, recordamos lo que es el ombligo visto por un fisiólogo moderno. Es el minúsculo chirlo que se forma después de la caída del cordón; su aspecto se debe al proceso de cicatrización y a la retracción de la llaga umbilical. En general es un hoyuelo cupuliforme cercado por un rodete cutáneo, en cuyo fondo se asoma una eminencia, el onfalio o pezón. Éste presenta en el ápice la cicatriz, separada del rodete por un surco circular.
Desde épocas inmemoriales el ombligo, por su emplazamiento en el cuerpo humano, se ha vuelto símbolo del centro: de cualquier centro, terrestre, celeste o imaginario, en su proyección cosmogónica.
Este simbolismo ha sido el punto de partida, hace muchos años ya, del presente libro. Al comprobar que México significa “en el ombligo de la Luna”.

Como conclusión: podría asegurar que la isla de Lost no es más que uno más de los ombligos existentes en la tierra, uno muy poderoso, el cual toca sensiblemente el centro electromagnético del planeta. Por eso se necesitaba un guardián asignado desde tiempos inmemoriales…"

Un final que nos dejó satisfechos y contentos. Gracias.

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