Cinemorelia

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Pastorela prometía salirse del molde como comedia, como película navideña, como película siquiera. Y lo logra. Sin embargo, ésa no es buena noticia.
Con un monstruo que se ha convertido Joaquín Cosío (El cochiloco en el infierno, el Mascarita en Matando Cabos), mancornando con el desmadroso comediante Eduardo España, la fallida cinta de Emilio Portes busca soportarse recurriendo a la irreverencia y guiños cortesía de clásicos de terror. La resultona es en desmedida viciosa, pelada, cochina; los chingados, putos y mentadas de madre sin ton ni son sacan algunas risas o bien lúcidas carcajadas en los menos brillantes, cosa que se puede volver soportable hasta cierto punto de la película donde todo se pone color de diablo:
Pareciera que el guión lo escribe un niño alocado que inventa de la nada ejércitos de diablos (¿zombies?) policías alados (mala emulación del magno cómic underground "Operación Bolívar" de Edgar Clément) y otras desfachateces adornadas con efectos especiales exagerados y cuasichafas. Un despapaye total que deja al espectador confundido y hasta molesto pretendiendo dejar un mensaje difuso sobre la lucha entre el bien y el mal. Una lástima por la trayectoria de los actores que se vuelven cómplices de un truñito patán, absurdo que navega con la bandera de humor negro.

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