Un peso pesado español y otro argentino, unían fuerzas para producir una prometedora película de suspenso basada en uno de los casos policiales más fuertes de la Argentina. El “petiso orejudo” fue un asesino que con menos de 16 años ya había asesinado a muchísima gente de la forma mas brutal, ya que no solo se conformaba con asesinarlos, sino que los torturaba de formas indescriptibles antes y después de muertos. Cayetano Santos Godino era su nombre real, y había nacido el 31 de octubre de 1896. A decir verdad, la historia argentina no tiene grandes casos policiales para plasmar en cintas, ya que quitando la dictadura (plasmada hasta el hartazgo) y la guerra de las Malvinas (plasmada pocas veces y de formas no muy convincentes), solo quedan dos asesinos que azotaron las mentes de los criminalistas nacionales: el primer caso es el nombrado, el del “petiso orejudo”. Y después, quizás mas popular por su conducta, fue el caso de Carlos Eduardo Robledo Puch (que para quien lo piense, nada tiene que ver con mi apellido familiar), joven criminal nacido el 22 de enero de 1952, apodado “el ángel negro” o en su defecto “el ángel de la muerte” por la prensa local de ese entonces. Por eso, como decía antes, el productor español de renombre, Julio Fernández, y el niño mimado de la televisión argentina, Adrián Suar, deciden plasmar la vida de este joven, en una coproducción hispano-argentina. Al contrario de lo que se podría pensar, la historia no esta enfocada en los asesinatos del petiso orejudo, sino que, por lo contrario, esta enfocada en un joven protagonista que, por una cuestión psicológica, tiene premoniciones y puede ver a las victimas del asesino. De esta forma, se crea un guión firme aunque demasiado inocente y predecible, que de suspenso tiene poco y el misterio dura poco y nada, ya que la estructura lineal de la trama da por sobreentendido ciertos aspectos que deberían quedar como incógnitas. La fotografía de la cinta tiene a perderse en lo opaco de muchos decorados, y también, en las locaciones elegidas, el juego de luces y la disposición de las mismas opta por tener un bajo recurso fotográfico y dejar que la cinta por completo parezca añejada, casi como una imagen gastada. De todas formas, las locaciones están muy bien elegidas y reconstruidas, además de estar filmadas de una forma inteligente, ya que mostrando poco y nada del barrio donde transcurren los hechos, se editan y se compaginan de una forma tal que se completa la cinta sin notar la poca variedad de decorados. La dinámica narrativa esta contrapuesta por un ritmo argumental firme pero sin demasiada fuerza, haciendo que por momentos la cinta se vuelva un tanto aburrida y se vaya de foco, ya que se le da mucha importancia a personajes secundarios para mantener la incógnita del asesino, quien de repente cobra una importancia desmedida con su aparición en el resto del film. Las actuaciones, por momentos, dejan bastante que desear, ya que la mezcla de excelentes actores con otros novatos o desconocidos no esta bien balanceada por un trabajo firme por parte del director.
La película cuenta la historia de un pequeño niño, hijo de una española que vino a la Argentina y se puso en pareja con un policía que conoce cuando, un día en el parque de diversiones, su hijo es agredido por un desconocido y este policía le salva la vida. A partir de allí, el niño sufre pesadillas sobre ese día y de vez en cuando tiene ciertas premoniciones y ve como asesinan gente en el lugar donde el había sido agredido. Las premoniciones se acentúan cuando el “petiso orejudo” comienza a matar por pura diversión, y el niño ayuda a la policía, que primero se muestra indiferente a este “fenómeno” pero que después lo ve necesario para encontrar al asesino.
La dirección esta a cargo del español Jorge Algora (Camino de Santiago. El origen, Terra de náufragos, Emigrantes en terra de emigrantes) quien realiza una tarea demasiado básica y mediocre para merecer crédito alguno. Actúan la bella y talentosa Maribel Verdú (El Laberinto del fauno, Y tu mamá también, Belle epoque), el porteño Daniel Freire (El Censor, Lucía y el sexo, Arizona sur), el gallego Chete Lera (Abre los ojos, El Alquimista impaciente, Tocar el cielo), el novato Juan Ciancio (Mi Argentina privada) y el joven argentino Abel Ayala (Maradona - La mano de Dios, Grité una noche, El Polaquito), quien brinda una de las personificaciones mas sorprendentes.
Desgraciadamente, la cinta es mucho menos de lo que promete. Tiene muchos puntos en contra y casi ninguno a favor, sobre todo si hacemos hincapié en el género al que dice pertenecer y observamos que es lo que nos transmite. Por momentos aburrida y un tanto obvia, la película no deja de ser una mas de las tantas coproducciones que terminan quedando en el olvido, aunque si nos compenetramos con mucha fuerza en su historia, puede que nos mantenga atrapados en algunos momentos.
Lucas Robledo.
Puntuacion: 5/10
- Otros Posters -
Publicar un comentario
Publicar un comentario