No se ni como me he dejado convencer. Os he hecho caso y, armándome de valor y muchísima paciencia, he decidido perder cerca de hora y cuarto para ver Dragonball Evolution (2009), 76 minutos cronometrados hasta el inicio de los créditos finales. Una vez rematado el metraje de este simulacro de film se me plantea una importante pregunta que debería ser realizada en cierto despacho de una singular oficina de algún céntrico edificio de New York, Rupert Murdoch déjate ver! La verdad, no se en que momento de demencia Akira Toriyama dio su brazo a torcer para que Stephen Chow, James Wong y la otrora respetable 20th Century Fox le convencieran de llevar a la gran pantalla semejante adaptación, si se le puede llamar así, del famoso manga. Es atroz todos los sentidos!
Algo que me coge totalmente por sorpresa es que incluso antes de comenzar esta secuencia de fotogramas sin sentido, tengo que reconocer que igual me he perdido algo desde mis tiempos mozos de serie televisiva, se plantee una relación directa entre los ¿dioses? Ozaru y Lord Piccolo, ese gran señor de la guerra que… perdón, ¿desde cuando dominaba al gran mono? La sorpresa sigue in crescendo en ese momento en el que Goku habla directamente de namequianos que invadieron la tierra ¿desde que momento sabe Goku de la existencia de estos seres? En fin, corramos un tupido velo. Nuestro protagonista, un amago de Justin Chatwin, vive con su abuelo cebolleta Gohan, Randall Duk Kim, en medio del campo de una grandiosa ciudad de sabe dios donde. Con él aprende la técnica de la grulla o la de la berenjena pizpireta. Todo esto le sirve para ser machacado por unos cuantos compañeros de instituto recién salidos de una serie al modo "Al salir de clase" (1997-2002). Más salido que la esquina de una mesa, Goku le pregunta a su propio abuelo que se deje de tanta parafernalia marcial y le enseñe técnicas de ligoteo, nuestro protagonista acude a una fiesta en casa de una lozana Chichi (Jamie Chung) y demuestra que de algo sirve todo lo que su abuelo le obliga a aprender. Dejando estas sutilezas de la historia para otro momento, Lord Piccolo, un James Marsters que sale poco o nada y casi siempre en primeros planos, se carga a Gohan. Este es el punto en el que la búsqueda de las Bolas del Dragón comienza a tener un pelín de sentido, si es que en algún momento lo llega a alcanzar la película.
En fin, la magna obra de Wong, supongo que Toriyama renegará cuando vea el resultado, está repleta de paridas tan penosas que asusta de solo plantearlas. El modo Palantir de las Bolas del Dragón que permiten ver a Goku retazos de su vida olvidada o del futuro es para quedarse sin palabras. Que Piccolo seque un lago y se pasee por el lodazal cual pescador buscando una bola en vez de hacer uso de secuaces, que todo sea dicho no valen ni para forrar pelotas, es tristísimo. La guasa que se trae el maestro Mutenroshi, que bajo has caído Chow Yun-Fat, tampoco tiene gracia. Yamcha (Joon Park) también es de pega, tanto como el sorprendente torneo de artes marciales en el que se nos introduce a velocidad de vértigo y sin ningún propósito más que sacarnos a la velocidad del rayo del mismo. Todo esto desemboca en una retahíla de efectos de índole simiesca, realizados con cuatro duros, y que vienen a ligar de la mejor manera posible el desaguisado montado por el guionista, bravo Ben Ramsey, los productores y todo elemento que haya tomado decisiones sobre esta adaptación.
Triste, pobre, deleznable, patética, chorra, penosa, pérfida, pútrida, casposa, truño del tamaño de un 8000, salchichera, mala hasta decir basta, sonrojante, torpe, miserable, insuficiente, funesta, desesperante, fatal, mortecina, deplorable, mugrienta y de infausto recuerdo. Así es Dragonball Evolution. Espero que no hagan una segunda parte porque, o cambia muy mucho, o puede ser lo peor.
No se que más se puede decir. Creo que he ganado un par de dioptrías de solo verla. Eso si, pasarán a la posteridad esas grandes frases salidas de los magistrales lápices del desde ahora azote Ben Ramsey. "Que me llame Chichi no quiere decir que sea idiota", "para ser yo mismo debo ser dos", "saca el goku que hay en ti" o "Dragón, la prueba de las siete ha sido superada". No se salva nada, ni la guapa Emmy Rossum como la procrastinadora Bulma.
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