Cinemorelia

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Hace 70 años se reportó la muerte de un soldado británico que combatía en territorios palestinos contra la Revuelta Árabe. Su nombre: Harry Potter
Por el Blog de Snape

El último capítulo de Harry Potter fue escrito hace 70 años y no tuvo magia ni fantasía. Fue cruel y real. El reporte de la brigada británica aquella vez informó que el ejército palestino preparó la más letal de las emboscadas a sus soldados la mañana del 22 de julio de 1939. Los militantes árabes querían evitar que los judíos siguieran inmigrando en cantidades incontrolables y por eso, en la llamada Revuelta Árabe de 1936, se sublevaron ante el mandato británico que controlaba la zona. A Potter lo encontraron muerto junto a un vehículo blindado en la carretera que divide las ciudades de Hebrón y Beer Sheva, a menos de 50 km de Jerusalén. En la medalla metálica que colgaba de su cuello aparecía la edad. Tenía solo 19 años. “Harry Potter died in combat”.

Así murió Harry Potter, el último de siete hermanos, todos enlistados en el ejército de la Rubia Albión. Pero esta historia de tardía y sorpresiva homonimia recién comienza.

Han pasado siete décadas y me encuentro transitando por las modernas carreteras de Tel Aviv (Israel). No son días de verano pero la temperatura a veces sobrepasa los 30 grados. Los taxis viajan con las ventanas cerradas para aprovechar mejor el aire acondicionado y, así, evitar que los pasajeros se sofoquen por el calor. Las pistas de Israel son como inmensos periféricos donde solo hay tráfico al final de la tarde. Ozkan es un amable taxista turco que habla español con facilidad. Él me conduce hacia el cementerio de la Commonwealth of Nations (Mancomunidad de Naciones, organización que agrupa a los países que tienen alguna relación con el Estado Británico) de Ramle, ciudad ubicada a 20 minutos de Tel Aviv. Allí están sepultados más de 15 mil soldados británicos caídos durante los conflictos en estas tierras. Uno de ellos es Harry Potter. No el mago, sino el soldado.

Un par de días antes de ese viaje compré un catálogo sobre centros turísticos en Israel y en la última página aparece el diminuto aviso en inglés: “Conozca la tumba del otro Harry Potter”. El cementerio de Ramle no es la ciudad antigua de Jerusalén, tampoco Belén, mucho menos el Mar Muerto. Por eso, para los guías de este país visitarlo todavía es casi una excentricidad. Es lunes por la mañana, no tengo mucho tiempo para este extraño encuentro. “¿Quién es Harry Potter”, me pregunta Ozkan. En Israel se venden más los discos de la cantante local Noa que los libros o DVD del personaje de J.K. Rowling. Y Ramle no es la excepción. Más del 30% de la población es árabe. El conocimiento de la magia y de la Escuela Hogwarts es, en algunos de sus habitantes, simplemente nulo.

Ozkan estaciona su Mini Van ploma en la puerta del cementerio. El personal que trabaja allí ingresa recién por las tardes, pero el portón negro permanece abierto todo el día. Son miles de lápidas y en mi libreta tengo anotada una fecha, nada más. Comienzo una caminata zigzagueante, bajo un sol intenso y con la amenaza de perder el vuelo de regreso a Lima. ¿Dónde estás, Harry?

Fueron más de dos horas de búsqueda hasta que apareció la lápida con el nombre de Harry Potter y un resumen matemático de sus días: vivió 19 años y 10 meses. Mientras tomo algunas fotos aparece Ibrahim, el portero árabe que sonríe al encontrarse otra vez con este tipo de escenas. Han pasado casi cuatro años desde que un diario francés encontró al homónimo del mago de los libros y del cine y, desde entonces, el remoto cementerio británico de Ramle empezó a convertirse en un centro turístico alternativo al que cada vez llegan más personas.

Ibrahim aún no entiende a pesar de que ya le han explicado muchas veces que existe otro Harry Potter más famoso. Él insiste en que no sabe nada. Harry Potter, el soldado, era también un valiente. La misión en la cual murió era una de las más difíciles y la carretera donde su acribillado cuerpo fue encontrado estaba casi siempre bajo amenaza. Su lápida convive con otras miles, su archiconocido nombre en el mundo occidental aquí está castigado en el rincón de los anonimatos. Todas las lápidas tienen nombres y apellidos, pero sus condiciones son de heroicos soldados desconocidos.

J. K. Rowling aún no se ha enterado de que su verdadero hijo está sepultado en Ramle. Si no consigue nombre para el protagonista de su próxima creación podría venir aquí. Camino y me encuentro con un tal Timothy Green (se me ocurre “Las aventuras de Timothy Green”) y un poco más allá con Steve Jackson (podría ser “El extraño caso de Steve Jackson”). Sigo anotando nombres, pero mejor ya no. Harry Potter, el nacido en 1920, fue víctima de una emboscada y de un nombre sin derecho de autor. Su homónimo, el mago, sobrevive incluso al séptimo libro “Harry Potter y las reliquias de la muerte”. Tenía que ser así. A nadie, ni a los magos ni a los soldados les alcanza la vida para morir dos veces.

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