Ayer me acerqué con un par de amigos por la sala de cine para ver Sunshine (2007), la nueva película del curioso Danny Boyle. Personalmente, y como aficionado, creo que estamos ante una de las mejores películas de ciencia ficción espacial de los últimos años, con un estilo que une el fondo psicológico de clásicos como 2001: una odisea en el espacio (1968), con el inquietante y desesperante terror / tensión de Alien, el octavo pasajero (1979). Sin embargo, ante todo esto que sin lugar a dudas la encumbra, tiene un detalle desastroso que le hará eternamente de lastre. Un detalle que no desvelaré pero que, de haber sido planteado de manera más sencilla y lógica, podría resultar francamente factible y no hacerla parecer un poco ida de olla. En definitiva, un gustazo con un regustillo amargo que, aunque pese, no hace desmerecer en nada visionar una muy buena película.
El film narra el desenlace final de una misión espacial que ha partido de la tierra con la intención de reactivar un moribundo sol gracias a una especie de bomba "big bang". Este planteamiento, directo, tajante y resolutivo, nos descubre a una tripulación protagonista, formada por 8 astronautas / científicos, que verá como cambian las cosas al tomar decisiones arriesgadas. El reparto está genial, desde el sorprendente Chris Evans, la veterana Michelle Yeoh, Rose Byrne, Cliff Curtis, Troy Garity, Hiroyuki Sanada, Benedict Wong y, como no, el actor fetiche Cillian Murphy.
La película, en palabras de Boyle, nació para demostrar que, con un presupuesto menor al habitual americano para este tipo de producciones, se puede hacer un gran film. Está claro que todo maestrillo tiene su librillo, pero parece ser que Danny Boyle posee un tomo francamente amplio… tras 28 Días Después (2002), donde redefinió sabiamente el concepto del zombi habitual, ahora vuelve a recuperar a la ciencia ficción del mundillo de la parafernalia y la acción desenfrenada. Con un buen guión de su colega Alex Garland, y la nada despreciable cifra de 50 millones de dólares de presupuesto, unos 37 millones de euros, han logrado crear una atmósfera perfecta. Si esto, además, lo riegas con unos efectos digitales de primerísimo nivel realizados por la empresa británica Moving Picture Company, el resultado es deslumbrante…
No es por nada pero, el cine británico demuestra, al igual que el mexicano este pasado año, que cuenta con varios directores francamente buenos. Danny Boyle, Neil Marshall o Edgar Wright, con sus limitaciones, aportan mucho al cine moderno ajeno al dominio americano. Sus producciones son revitalizantes, llamativas, frescas y novedosas, recuperando el buen hacer por alguno de los géneros mas maltratados y complejos.
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