Benjamín Button fue un bebé abandonado a las puertas del asilo de ancianos, a finales de la primera guerra mundial en la ciudad de Nueva Orleáns.
Es rechazado por su padre, pues al nacer, su madre fallece; pero la principal causa es porque el recién nacido es un monstruo, una aberración de la naturaleza.
Así comienzan las aventuras y desventuras de un ser que no encaja en ningún lado, se enamora, se desilusiona, busca su autosuficiencia; busca la forma de dar y recibir amor, muy a su estilo.
Aunque la historia la veamos como una parábola imposible, se puede disfrutar como un cuento de hadas que nos invita a reflexionar de lo cruel que es el tiempo en nuestra vida, no importando la edad que tengamos, que nuestras decisiones influyen en su transcurso y que no importa cómo, pero al final de nuestros caminos somos tan frágiles y débiles como un recién nacido.
Debido a la premisa de la película, el final resulta predecible, pero es ese transcurrir el que nos llena de curiosidad en un caso que peca de curioso.
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